CUANDO NO QUIERO SOLTAR
Una de las causas para que cualquier tratamiento, terapia o
cambio en nuestra vida funcione, es no querer soltar… No queremos soltar
nuestro enojo, nuestro dolor, nuestro sufrimiento, nuestras frustraciones,
nuestro rencor. Preferimos seguir enfermos, hacer frente a procedimientos
traumáticos o peligrosos, o,
simplemente, sufriendo. Entonces nuestra vida se convierte en la trampa del
mono: por no soltar lo que creo que me alimenta puedo morir de inanición.
A esta altura surge la pregunta fundamental: ¿por qué no
queremos soltar eso que nos hace sufrir? La respuesta general que agrupa todos
los casos es: por miedo. Aunque creamos que lo que tenemos es odio, sed de
venganza, que no podemos, que haremos daño… en realidad es miedo. Y para cada
una de las personas ese miedo tendrá un matiz especial: porque de hacerlo
fallaría a un mandato familiar, porque me quedaría solo y abandonado, porque
nadie me apoyaría en mi decisión…
Una forma de empezar a encararlo es hacerse alguna de estas
preguntas:
¿Qué creo en realidad que pasaría si lo hago? (puedo
imaginármelo sin correr peligro)
¿De dónde saco la creencia de que sucedería esto? ¿Quién me
lo dijo? ¿A qué situación de mi vida, mi pasado, mi infancia se parece?
¿Qué diría mi madre, mi padre, mis abuelos, mis hermanos,
frente a esto? ¿Por qué siento que me importa, qué pasaría si aún así lo
hiciera?
¿De quién es en realidad la voz que me dice que no lo haga?
¿Cómo me sentiría una vez hecho, logrado y terminado? ¿Cómo
me vería a mí mismo/a?
¿Qué recurso creo necesitar para hacerlo? (determinación,
coraje, amor, valentía…) ¿Quién podría dármelo? (puede ser alguien vivo o
muerto, real o imaginario)
¿Cómo sería hacerlo y que todos estuvieran de acuerdo, me
felicitaran, me vieran poderoso/a y valiente? (hago una imagen de mí mismo/a en
ese estado)
Luego intenta hacer algo parecido: haz algo en tu vida que
requiera de tu decisión, de tu valor o de lo que hayas visto que tenías que
soltar, en un ámbito diferente. Haz algo que hayas postergado, que nunca has
hecho o que hace mucho que tenías que hacer y fíjate cómo te sientes al haberlo
hecho. Esto hará que el miedo se dé cuenta de que ya no es tan necesario. Y
deja de decir que no puedes hacerlo: di “en este momento no estoy listo/a, pero
en cualquier instante lo estaré”, “estoy
trabajando en ello”.
Y finalmente practica reírte un poco de ti mismo. Imagínate
siendo el mono, ríete de tu miedo, pídele a tu Ser y a tu inconsciente que te
muestre las herramientas que tienes para hacerlo. Siempre se puede.
¡Que tengas un día maravilloso!
María
Acompañante en Bioneuroemoción
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